El local nació en los años 20, aunque fue
re-abierto hace unos años, manteniendo parte de su aroma original.
A simple vista, nos parece una
tasca tradicional, y una vez dentro
descubrimos un local con capacidad para 80 personas, a partir de las 8 de la
tarde, tiene mucho ambiente, tanto para tomar unos vinos o unas cañas como para
tapear entre amigos o en familia.
Su interior, decorado con
imágenes de Julio Romero de Torres, cerámica de colores, y un toque
castellano-andaluz, nos lleva a un lugar acogedor y pintoresco. La barra a la
izquierda, de madera, donde los camareros te sirven todo tipo de vinos y cañas,
-el servicio cabe destacar que es muy agradable y te hace la estancia muy
cómoda, como si fueras de casa-, mientras esperas por tu mesa o simplemente
pasas el rato.
No suelen tener mucho tiempo de
espera, y en cuanto a la comida, hay que decir que tiene una relación
calidad-precio excelente. En su carta puedes encontrar tapas a precios muy
económicos y un tamaño muy adecuado, es difícil salir de allí con hambre, jeje.
Aunque su especialidad es el
cocido madrileño, y el rabo de toro, las tostas y las tapas están muy bien y
por 12 euros cada uno se pueden cenar tapas para compartir y acompañado de
bebida. Entre su carta podemos encontrar, el bienmesabe (plato de pescado típico andaluz), langostinos
al ajillo, sartenes de huevos rotos, croquetas de jamón ibérico, postres de
todo tipo… si no quieres compartir tapa también tienes chuletón de Ávila,
paella… en definitiva una carta muy amplia y para todos los gustos.
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